De no ser por el reggaeton a todo trapo que sonaba en el bus infecto que había tomado y las letanías de vendedores ambulantes («Seco, seco, seco de pollooooo», «Gelatina, latina, latinaaaaaa», «Choclosssss, cho-clos-cho-clossss»), pensaría que todo era una sueño e iba hacia Mojácar desde Madrid. Sobre las 5 de la mañana del día siguiente, todavía de noche, volvimos a montarnos en el 4×4 para llegar antes de amanecer a una zona de geisers que emiten a alta presión nubes de vapor a una altura superior a los 4.800 mts.